Arquitecto y teórico francés, nace en 1814 en el seno de una familia muy culta de clase media;
especialista en la restauración de edificios medievales, aunque algunos expertos actuales consideran su trabajo más imaginativo que riguroso. Nació en París en el seno de una familia acomodada. Se opuso a los valores burgueses y se negó a acudir a la Escuela de Bellas Artes, pero entre 1836 y 1837 viajó a Italia para estudiar la arquitectura clásica. Su relación con Prosper Mérimée, inspector de la recién creada Commission des Monuments Historiques, fue fundamental para el desarrollo de su carrera.
En sus prolíficos escritos insistió en su teoría de que el gótico se produjo como una evolución técnica, derivada de las soluciones estructurales aplicadas a partir de la invención de los arcos apuntados y las bóvedas por aristas. Entre sus principales obras destacan el Diccionario razonado de la arquitectura francesa del siglo XI al siglo XVI (10 volúmenes, 1854-1869) y el Diccionario razonado del mobiliario francés de la época carolingia al Renacimiento, (6 volúmenes, 1855-1875).
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Nadie influyó tanto en la arquitectura del siglo XX como
Viollet-le-Duc. El moderno concepto de construcción y función como únicos
determinantes verdaderos de la arquitectura, es decir, fruto de análisis
históricos, sociológicos y sobre todo tecnológicos, parece provenir
directamente de los numerosos y voluminosos escritos del inmenso genio que era
Viollet-le-Duc. La influencia de sus ideas queda patente sobre todo en el hecho
de que la teoría arquitectónica ya no se presenta como un sistema estético especulativo
sino como la conclusión de una investigación empírica y científica
aparentemente intocable. Se entiende perfectamente, por tanto, que bajo este
enfoque se analice cuidadosamente la arquitectura griega y sobre todo la
medieval, puesto que la arquitectura moderna se definiría por la decoración, un
revestimiento independiente de la estructura en sí y que en nada permitiría
revelar a priori unas regularidades de tipo físico-científico.
Las circunstancias biográficas jugaron un papel esencial en la elaboración de
la teoría de Viollet-le-Duc.
Eugéne Emmanuel Viollet-le-Duc estudia junto a varios arquitectos y completa su
formación con varios viajes a Francia e Italia. Ingresa muy pronto en la
administración de obras civiles. En 1838 es nombrado ponente de esta
administración, recientemente encargada del inventario y restauración del
patrimonio medieval. Así empieza una carrera fulgurante de arquitecto
restaurador. La Comisión de monumentos históricos le encarga numerosos
proyectos de restauración de obras maestras de la arquitectura medieval,
incluidas Notre-Dame de París, las catedrales de Amiens y Clermont Ferrand, la
basílica de Saint-Denis y la Madeleine de Véxelay, así como las murallas de
Avignon y Carcasona. En 1853 es nombrado inspector general de los edificios
diocesanos.
Valiéndose del inmenso conocimiento adquirido a lo largo de tantos trabajos y
proyectos, escribe al mismo tiempo Dictionnaire raisonné de 1'architecture
francaise du XIS au XVIV siécle, una obra titánica cuya primera edición ve la
luz entre 1854 y 1868. A diferencia de otros trabajos de la misma índole
emprendidos anteriormente, como el diccionario Dictionnaire d'architecture de
Quatremére de Quincy, ublicado en 1800, la obra de Viollet-le-Duc supone un
repaso pormenorizado de una época histórica. Aunque desarrolla de forma
explícita sus conceptos fundamentales sobre arquitectura en algunos importantes
artículos como la «construcción», la «restauración» y el «estilo», sobre todo
se expresa de manera implícita en numerosas entradas de su diccionario
(«catedral», «torreón», «ojiva», por ejemplo).
La argumentación teórica y doctrinal de Viollet-le Duc se basa ante todo en el
profundo conocimiento de la edificación y técnica constructiva medieval
adquirido en sus años de arquitecto restaurador. Los principios de métodos de
construcción lógicos, eficientes y, por tanto, baratos, que vieron la luz en el
siglo XIII engendraron una arquitectura con estructura, cuya perfecta y más
audaz expresión se ve reflejada en las grandes catedrales. Viollet-le-Duc
adopta al mismo tiempo una postura anticlerical, o dicho de otra manera,
laicista. Según él, hubo que esperar a que la cultura secular de las ciudades
eliminara las reglas estáticas de la arquitectura monástica románica para que
los burgueses se hiciesen cargo de grandes proyectos comunales. Los constructores
geniales lograron así la libertad de trabajar conforme a la lógica y la razón,
sin perder de vista las leyes naturales. Recurrir sistemáticamente a los
principios de la razón y la lógica generan progreso, que se convierte en la
idea cardinal de la buena arquitectura en todo sistema social emancipado. Esto
es especialmente verdad para los métodos de construcción griego y gótico.
Para Viollet-le-Duc, los factores que obstaculizan el progreso son el
tradicionalismo formal, los sistemas de reglas de un academicismo caduco, las
estructuras autoritarias, especialmente clericales y monárquicas. Elabora a
partir de esta combinación de factores una historia universal no solo de la
arquitectura sino también de las civilizaciones, que tienen su reflejo en los
edificios. No obstante, el motor del progreso, que nada ha podido detener,
también depende de la «raza»; Viollet-le-Duc se refiere con esto a algunas
cualidades y facultades mentales propias de cada pueblo, así como las
condiciones generales, que dependen del clima y de los recursos en materiales
de construcción. Además, el progreso también debe tener en cuenta los
acontecimientos históricos y las premisas estéticas. No basta con seguir unas
leyes naturales puramente constructivas y físicas para lograr una arquitectura
ideal. También se debe dar respuesta a otros criterios como por ejemplo la
resistencia a los asaltos en tiempos de guerra. Para terminar, también conviene
conseguir algunas proporciones ideales. El climax del progreso se alcanzó de
verdad en la arquitectura con la estructura del gótico. Solo ella supo superar
las estructuras teocráticas, resaltar la calidad de los materiales y expresar
el genio de la nación francesa, feliz fusión de la raza aria y la galorromana;
solo ella supo transformar las relaciones estáticas en una dinámica de
equilibrio, en medio de tensiones. Gracias a esta cualidad propia, la
arquitectura gótica merece la calificación de «estilo». Todos los objetos que
cumplen con su función de una manera tan perfecta y acorde a las leyes naturales
poseen esa cualidad suprema.
Esto también es válido para un jarrón, por ejemplo, si está construido conforme
a su función y su material, o para un barco de vapor o una locomotora. A la
inversa, este concepto obliga a buscar una explicación técnica y constructiva
«razonable» para cada detalle de la arquitectura gótica ideal, como se haría
con una máquina.
No cabe la menor duda de que la teoría de Viollet-le Duc supone una
construcción compleja, minuciosa y que atañe a muchos más ámbitos del saber. Pero
también encierra numerosas premisas y conclusiones refutables, a pesar de la
exactitud de muchas de sus observaciones. Viollet le-Duc abrió un camino
fructífero hacia el modernismo al cuestionar los valores establecidos de la
arquitectura de su época mediante una dicotomía radical: gótico frente a
clásico, construcción frente a decoración, verdad frente a mentira, progreso
frente a academicismo, técnica de ingeniería civil frente a arquitectura
artística. Y en esta oposición bipolar reside justamente el potencial de
eflexión y debate del movimiento moderno.
En 1863 es nombrado profesor en la Escuela de Bellas Artes pero ha de retirarse
un año más tarde debido a la violenta oposición que suscita su proyecto
reformista de la formación de arquitectos. Precisamente a raíz de este proyecto
académico nace el libro Entretiens sur 1'architeclure, publicado de 1863 a
1872. Viollet-le-Duc expone su sistema didáctico por épocas y temas
arquitectónicos básicos. El enorme éxito de su doctrina se debe también a una
serie de publicaciones didácticas y pedagógicas así como a obras de iniciación
y divulgación que publica en los últimos años de su vida: Histoire d'une
maison, (Historia de una casa, 1873), e Histoire d'une vílle et d'une
cathédrale, (Historia de una ciudad y una catedral, 1878), repasan la historia
y los problemas de la construcción en un estilo narrativo muy accesible.
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