lunes, 2 de diciembre de 2013

Eugene Viollet-le Duc





 Arquitecto y teórico francés, nace en 1814 en el seno de una familia muy culta de clase media;

 especialista en la restauración de edificios medievales, aunque algunos expertos actuales consideran su trabajo más imaginativo que riguroso. Nació en París en el seno de una familia acomodada. Se opuso a los valores burgueses y se negó a acudir a la Escuela de Bellas Artes, pero entre 1836 y 1837 viajó a Italia para estudiar la arquitectura clásica. Su relación con Prosper Mérimée, inspector de la recién creada Commission des Monuments Historiques, fue fundamental para el desarrollo de su carrera. 
 En sus prolíficos escritos insistió en su teoría de que el gótico se produjo como una evolución técnica, derivada de las soluciones estructurales aplicadas a partir de la invención de los arcos apuntados y las bóvedas por aristas. Entre sus principales obras destacan el Diccionario razonado de la arquitectura francesa del siglo XI al siglo XVI (10 volúmenes, 1854-1869) y el Diccionario razonado del mobiliario francés de la época carolingia al Renacimiento, (6 volúmenes, 1855-1875).

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Nadie influyó tanto en la arquitectura del siglo XX como Viollet-le-Duc. El moderno concepto de construcción y función como únicos determinantes verdaderos de la arquitectura, es decir, fruto de análisis históricos, sociológicos y sobre todo tecnológicos, parece provenir directamente de los numerosos y voluminosos escritos del inmenso genio que era Viollet-le-Duc. La influencia de sus ideas queda patente sobre todo en el hecho de que la teoría arquitectónica ya no se presenta como un sistema estético especulativo sino como la conclusión de una investigación empírica y científica aparentemente intocable. Se entiende perfectamente, por tanto, que bajo este enfoque se analice cuidadosamente la arquitectura griega y sobre todo la medieval, puesto que la arquitectura moderna se definiría por la decoración, un revestimiento independiente de la estructura en sí y que en nada permitiría revelar a priori unas regularidades de tipo físico-científico.

Las circunstancias biográficas jugaron un papel esencial en la elaboración de la teoría de Viollet-le-Duc. 




Eugéne Emmanuel Viollet-le-Duc estudia junto a varios arquitectos y completa su formación con varios viajes a Francia e Italia. Ingresa muy pronto en la administración de obras civiles. En 1838 es nombrado ponente de esta administración, recientemente encargada del inventario y restauración del patrimonio medieval. Así empieza una carrera fulgurante de arquitecto restaurador. La Comisión de monumentos históricos le encarga numerosos proyectos de restauración de obras maestras de la arquitectura medieval, incluidas Notre-Dame de París, las catedrales de Amiens y Clermont Ferrand, la basílica de Saint-Denis y la Madeleine de Véxelay, así como las murallas de Avignon y Carcasona. En 1853 es nombrado inspector general de los edificios diocesanos.

Valiéndose del inmenso conocimiento adquirido a lo largo de tantos trabajos y proyectos, escribe al mismo tiempo Dictionnaire raisonné de 1'architecture francaise du XIS au XVIV siécle, una obra titánica cuya primera edición ve la luz entre 1854 y 1868. A diferencia de otros trabajos de la misma índole emprendidos anteriormente, como el diccionario Dictionnaire d'architecture de Quatremére de Quincy, ublicado en 1800, la obra de Viollet-le-Duc supone un repaso pormenorizado de una época histórica. Aunque desarrolla de forma explícita sus conceptos fundamentales sobre arquitectura en algunos importantes artículos como la «construcción», la «restauración» y el «estilo», sobre todo se expresa de manera implícita en numerosas entradas de su diccionario («catedral», «torreón», «ojiva», por ejemplo).


La argumentación teórica y doctrinal de Viollet-le Duc se basa ante todo en el profundo conocimiento de la edificación y técnica constructiva medieval adquirido en sus años de arquitecto restaurador. Los principios de métodos de construcción lógicos, eficientes y, por tanto, baratos, que vieron la luz en el siglo XIII engendraron una arquitectura con estructura, cuya perfecta y más audaz expresión se ve reflejada en las grandes catedrales. Viollet-le-Duc adopta al mismo tiempo una postura anticlerical, o dicho de otra manera, laicista. Según él, hubo que esperar a que la cultura secular de las ciudades eliminara las reglas estáticas de la arquitectura monástica románica para que los burgueses se hiciesen cargo de grandes proyectos comunales. Los constructores geniales lograron así la libertad de trabajar conforme a la lógica y la razón, sin perder de vista las leyes naturales. Recurrir sistemáticamente a los principios de la razón y la lógica generan progreso, que se convierte en la idea cardinal de la buena arquitectura en todo sistema social emancipado. Esto es especialmente verdad para los métodos de construcción griego y gótico.


Para Viollet-le-Duc, los factores que obstaculizan el progreso son el tradicionalismo formal, los sistemas de reglas de un academicismo caduco, las estructuras autoritarias, especialmente clericales y monárquicas. Elabora a partir de esta combinación de factores una historia universal no solo de la arquitectura sino también de las civilizaciones, que tienen su reflejo en los edificios. No obstante, el motor del progreso, que nada ha podido detener, también depende de la «raza»; Viollet-le-Duc se refiere con esto a algunas cualidades y facultades mentales propias de cada pueblo, así como las condiciones generales, que dependen del clima y de los recursos en materiales de construcción. Además, el progreso también debe tener en cuenta los acontecimientos históricos y las premisas estéticas. No basta con seguir unas leyes naturales puramente constructivas y físicas para lograr una arquitectura ideal. También se debe dar respuesta a otros criterios como por ejemplo la resistencia a los asaltos en tiempos de guerra. Para terminar, también conviene conseguir algunas proporciones ideales. El climax del progreso se alcanzó de verdad en la arquitectura con la estructura del gótico. Solo ella supo superar las estructuras teocráticas, resaltar la calidad de los materiales y expresar el genio de la nación francesa, feliz fusión de la raza aria y la galorromana; solo ella supo transformar las relaciones estáticas en una dinámica de equilibrio, en medio de tensiones. Gracias a esta cualidad propia, la arquitectura gótica merece la calificación de «estilo». Todos los objetos que cumplen con su función de una manera tan perfecta y acorde a las leyes naturales poseen esa cualidad suprema.

Esto también es válido para un jarrón, por ejemplo, si está construido conforme a su función y su material, o para un barco de vapor o una locomotora. A la inversa, este concepto obliga a buscar una explicación técnica y constructiva «razonable» para cada detalle de la arquitectura gótica ideal, como se haría con una máquina.

No cabe la menor duda de que la teoría de Viollet-le Duc supone una construcción compleja, minuciosa y que atañe a muchos más ámbitos del saber. Pero también encierra numerosas premisas y conclusiones refutables, a pesar de la exactitud de muchas de sus observaciones. Viollet le-Duc abrió un camino fructífero hacia el modernismo al cuestionar los valores establecidos de la arquitectura de su época mediante una dicotomía radical: gótico frente a clásico, construcción frente a decoración, verdad frente a mentira, progreso frente a academicismo, técnica de ingeniería civil frente a arquitectura artística. Y en esta oposición bipolar reside justamente el potencial de eflexión y debate del movimiento moderno.

En 1863 es nombrado profesor en la Escuela de Bellas Artes pero ha de retirarse un año más tarde debido a la violenta oposición que suscita su proyecto reformista de la formación de arquitectos. Precisamente a raíz de este proyecto académico nace el libro Entretiens sur 1'architeclure, publicado de 1863 a 1872. Viollet-le-Duc expone su sistema didáctico por épocas y temas arquitectónicos básicos. El enorme éxito de su doctrina se debe también a una serie de publicaciones didácticas y pedagógicas así como a obras de iniciación y divulgación que publica en los últimos años de su vida: Histoire d'une maison, (Historia de una casa, 1873), e Histoire d'une vílle et d'une cathédrale, (Historia de una ciudad y una catedral, 1878), repasan la historia y los problemas de la construcción en un estilo narrativo muy accesible.

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